lunes, 23 de noviembre de 2009

SOBRE LAS PROTESTAS ESTUDIANTILES DE 2007

LA GENERACIÓN CACEROLA

MARY PILI HERNÁNDEZ
Fecha de publicación: 13/06/07
www. aporrea.org


¿Qué efecto puede haber ocasionado en la psiquis de un púber haber visto en el 2002 y 2003, a su madre, con síntomas claramente histéricos, tocar cacerolas sin parar, como si fuera la actividad más importante de su vida? ¿Cómo se habrán marcado esas mentes infantiles cuando veían a sus progenitores odiar a diario al Presidente electo democráticamente y a cualquiera que se declarara partidario de este, o vociferando que ahora sí caía “este rrrégimen”, para luego ver pasar los años sin que tal premonición se cumpliera? ¿Creerá alguien que no se dejó una profunda huella en las cabezas de los adolescentes que salieron con sus padres a “guarimbear”, quemando basura y cauchos, llenando de humo y suciedad su propio ambiente, además de ver a sus mayores atentando en contra de la propiedad de cualquiera que simplemente quisiera ir a trabajar por esos días? Analicemos algunas de las improntas que marcaron a esta generación:

1. INCOHERENCIA: sus madres no tocaban cacerolas porque no tuvieran comida para colocar en ellas, como ha sucedido a lo largo de la historia cuando se ha utilizado este método para protestar. Por el contrario, la nevera de estos adolescentes estaba llena de comida, a veces, incluso, con exquisiteces, sin embargo, a las 8:00 de la noche, los padres, en lugar de estar compartiendo la cena, tocaban cacerolas con fruición, para “tumbar a un tirano” que por sus hechos demostraba no ser tal. También se marcó con incoherencia a esta generación, cuando esos mismos padres hablaban, en cualquier reunión familiar, del “comunismo de Chávez, el ogro que les estaba quitando todo”, pero esos adolescentes comprobaban que su familia ahora tenía carro nuevo (comprado con el plan Venezuela Móvil) y además, tenían apartamento propio porque el gobierno de Chávez había bajado los intereses.

2. ODIO: Las expresiones que los padres de estos jóvenes proferían en contra de Chávez o de cualquiera que se confesara revolucionario, sin duda dejaron honda huella en estos niños en cuanto a la manera de enfrentar los problemas. En una salida familiar a un restaurante un día domingo, esos padres preferían dejar de compartir con sus hijos para cacerolear e insultar a alguna persona identificada como “chavista” que también estuviera allí comiendo tranquilamente con su familia, amargándole el momento a todos los comensales. Además, hacían cómplices de esta actividad fascista a sus propios hijos, a quienes ponían también a tocar cacerolas en contra del “chavista”. Cuando iban en el carro, estos padres dejaron de escuchar música para colocar al periodista más odiador dando las direcciones de las casas de cualquier “chavista” caceroleable o indicar en tiempo real en qué restaurante, centro comercial o cine se encontraba la víctima. Acto seguido, el progenitor cargado de odio, giraba la dirección del carro y se iba a ofender y a humillar al señalado, llevando consigo a sus hijos. No digo una marca, una tronera de odio se sembró en estos adolescentes, que ahora hacen lo mismo con Robert Serra, estudiante de la UCAB, cuando este acude al cafetín de su universidad simplemente a comerse una empanada, por el único pecado de haberle respondido a los defensores de RCTV.

3. FRUSTRACIÓN: Otra marca que ha quedado en estos jóvenes es la frustración de haber visto a sus padres odiar con tanta furia al “tirano”, de cacerolear hasta que se desfondaron las Reena Were, y sin embargo, que Chávez tenga cada día más respaldo popular.
Estas no son todas las improntas, pero el espacio no da para más. Cada quien, haga su propia lista.

***

DIÁLOGO DE GENERACIONES

Gustavo Roosen

EL NACIONAL
Miércoles 06 de Junio de 2007

Si algo va a quedar después de estos agitados días de movilización estudiantil es la convicción de que estos jóvenes no salieron a jugar a la rebeldía o al desorden, sino a recordarle al Gobierno y a la sociedad su derecho de pensar, de expresarse, de interpretar el país y de afirmar su compromiso.

Quienes ven su irrupción sólo como un respaldo a un canal de televisión, se equivocan. Igualmente, quienes piensan que su tema único es la libertad de expresión. El paso de los días y la consolidación de su entusiasmo van mostrando que lo importante en su reclamo es la decisión de hacerse oír y de participar en la definición del país al que aspiran. Esa es, precisamente, su tarea como estudiantes. Su terreno es el de las ideas, no como especulación académica sino como acercamiento a la comprensión de la realidad. Renunciar a ellas sería abrir las compuertas del fanatismo y la violencia, abdicar al derecho de pensar y de decidir.

Si hasta ahora se preguntaban qué me puede dar el país o la universidad, hoy han comenzado a preguntarse qué sociedad quiero y qué papel me toca en su construcción. Para esta definición deberán, obviamente, plantearse disyuntivas como éstas: ¿Con libertad o sin ella? ¿Con posibilidades de crecer o condenados al conformismo? ¿Con oportunidades o trabas? ¿Limitados por un nacionalismo deformado o abiertos al mundo y su diversidad? ¿Con democracia o autoritarismo? ¿Con diversidad o uniformados? ¿Dependientes del Estado o del esfuerzo y la capacidad de cada ciudadano? ¿Un país para quedarse o para escapar? ¿Generador de entusiasmo o de desilusión, de seguridad o de temor? ¿Que premia el talento y el esfuerzo o la sumisión? Para quienes tienen el futuro como patrimonio, las respuestas a estas preguntas no pueden ser indiferentes. Su compromiso es ponerlas a discusión, a definición del país deseable –con libertad, con justicia, con valores y oportunidades– sólo puede darse a partir de ideas y de su confrontación, es decir en el honesto examen de la realidad, el diálogo y la discusión.

La reserva expresada por los jóvenes frente a los políticos o, mejor, frente a la degradación de la política, no debe ser interpretada como una negación a la participación y a la discusión ideológica en los momentos que vive el país. Su postura, al contrario, es un llamado a reivindicar el valor de las ideas, de la reflexión que devela las falsificaciones, de una construcción ideológica que supere el simple pragmatismo. Una idea sólo se combate con otra idea. No con la negación al debate. Para esta discusión, los jóvenes universitarios necesitan interlocutores: sus padres, sus maestros, ellos mismos.

Lejos de la pretensión de pensar que la historia del país comienza con cada generación, les corresponde valorar la sabiduría de escuchar, la capacidad de aprender, la posibilidad de contar con la experiencia de quien tiene algo que decirles. Negarse a ese diálogo sería perder la oportunidad de empinarse sobre el pasado y correr el riesgo de repetir los errores. Negarles ese diálogo, sería privarles de un costoso aprendizaje hecho por la sociedad y abandonarles a su solo entusiasmo. Firmes en su independencia y en su compromiso, si algo esperan los estudiantes que han salido a las calles en esta hora, más que aplausos o lisonjas, es, sin duda, la oportunidad de un diálogo franco, respetuoso, capaz de recuperar el valor de la experiencia para vitalizarlo con el empuje de la juventud.

***

CARTA ABIERTA A LOS ESTUDIANTES
Luis Ugalde

Jueves, 7 de junio de 2007
Los vi de lejos con asombro y los sentí cerca y ˆpor qué no decirloˆ con admiración y solidaridad.
Fuera de nuestro país me preguntaban por el régimen y por ustedes y respondía con orgullo que en ustedes Venezuela lucha por su libertad y que nuestra amenazada democracia tiene futuro; la democracia que se construye con dignidad, libertad y justicia social. Los vi con la emoción de la juventud y con la madurez de quienes saben que la lucha es larga y la constancia es virtud indispensable. Ustedes no cayeron en las provocaciones para la violencia.
También percibí desconcierto de los cegados por el poder a quienes con razones ustedes enfrentaban. Las botas sólo tienen poder de aplastar a los que se arrastran y poco pueden contra las conciencias que vuelan alto. A la larga, frente a los cascos y los fusiles, triunfan la dignidad y la conciencia con las manos abiertas y tendidas para el necesario abrazo nacional.
Los vi defendiendo la Constitución, hecha en horas de buenas intenciones por quienes hoy la atropellan y la quieren secuestrar porque ella consagra las libertades, el pluralismo, la democracia participativa y la ciudadanía activa con un gobierno que rinde cuentas.
Millones de personas en el mundo con simpatía los ha visto tomar las calles para defender la libertad de expresión y de información para quienes piensan como el Gobierno y para quienes tienen críticas.
Al verlos comprendí que ustedes son auténticamente bolivarianos. Lo que más admiro en Bolívar es su espíritu e indómita fuerza interior en las horas más terribles de la derrota y de las dificultades.
Tal vez ningún año fue más terrible para el Libertador que el de 1815, luego de la espantosa derrota de la segunda República, la huida y dispersión de los sobrevivientes, el atentado de muerte contra él en Jamaica. En el mismo momento en que España, con la reaccionaria monarquía absoluta restaurada, enviaba sus mejores tropas al mando del general Morillo, exitoso en las luchas contra Napoleón. Derrotado éste en Europa, la restauración española contaba con el respaldo de las monarquías e imperios europeos unidos en "santa alianza". En medio de esa noche oscura y sin rendijas de luz, el Libertador siguió creyendo en el amanecer y seguía activo.
Morillo desde Margarita, en el año 1815, extendió su dominación sobre Venezuela y Nueva Granada dejando sólo espacio para las guerrillas dispersas.
Sucre tenía 20 años, llevaba 4 luchando por la Independencia, y no estaba dispuesto a escuchar el consejo del rey de España a los curas y a los padres para que cuidaran a sus niños y señoritos de las manipulaciones de los subversivos. ¡Siempre la misma ridícula conseja! Pronto empezó a cambiar la causa de la Independencia con tres acciones de gran simbolismo y consecuencias prácticas: la llamada desde Ocumare de la Costa a los esclavos a conseguir la libertad con la República; el establecimiento de instituciones y Constitución republicanas en el Congreso de Angostura, y el abrazo con Páez y sus mestizos y zambos a caballo en la inmensidad llanera de San Juan de Payara. Cuando las conciencias se prenden la represión es inútil e impotente. La omnipotencia dominadora de las curtidas tropas españolas fue retrocediendo y pronto vino la independencia de la Nueva Granada y el triunfo de Carabobo. El mismo Morillo terminó admirando la resistencia; comprendiendo la insensatez de la España reaccionaria abrazó a Bolívar en Santa Ana de Trujillo y se retiró con sus tropas a España, convencido de que la razón estaba de este lado. Con las conciencias encendidas y decididas, los fusiles son inútiles.
Lejos de la patria, jóvenes universitarios, busqué la mejor forma de acompañarlos a distancia y acudí a una pequeña y silenciosa capilla y hablé con Dios, siempre en la intimidad de quienes actúan desde el fondo de su conciencia (cada uno la suya) y luchan por la dignidad y por la libertad, con un amor que incluye a los que están enfrente armados y quieren ahogar con bombas lacrimógenas su razón y su amor a Venezuela. Ahí, en el silencio, volví a escuchar desde adentro la palabra imperecedera de Jesús de Nazaret: "La Verdad los hará libres" y el amor es más fuerte que la muerte. En el amor y la lucha por la dignidad de todos trasciende la vida con pleno sentido.
C o n u s t e d e s g r i t o ¡Libertad!

***

LA LECCIÓN DE LOS ESTUDIANTES

Luis Ugalde

Jueves, 22 de noviembre de 2007
Lo habitual es que los estudiantes reciban lecciones, no que las den. Pero hay momentos en la historia en que irrumpen indetenibles, investidos de conciencia y de inmensa autoridad que nadie les ha dado, y con la esperanza irreverente que no necesita permiso. Los jóvenes surgieron para frenar los caballos de Boves en La Victoria o dejaron desnudo y sin argumentos a las dictaduras de Gómez en el carnaval de 1928, y de Pérez Jiménez en noviembre de 1957.
Ahora nuestra sociedad desorientada y sin guías ve con asombro la libertad con que los jóvenes han emprendido el camino para llegar al amanecer. En su lección esperanzadora nos han dicho: no aceptamos que se divida a los venezolanos según el color de su camisa. Nos negamos a pedir salvoconducto especial a algunos malandros de la política para poder ir a la plaza Bolívar, al Panteón, a la Catedral, a la Asamblea Nacional o a cualquier lugar del oeste.
Venezuela es de todos y las calles de Caracas también, dicen los jóvenes cuando los adultos parecen resignarse a una realidad que contradice a la Constitución y a toda convivencia humana. A pesar de las amenazas y de las barreras armadas, los estudiantes han ido a la Asamblea, a la Fiscalía, al CNE, al Tribunal Supremo, y otros entes para rechazar la violencia y la intolerancia con las manos abiertas.
El país ve con gozoso asombro el pobre alcance de los fusiles contra el alto vuelo de las conciencias. En cada guardia, soldado o policía hay un humano, un venezolano que quiere paz, reconciliación y un futuro nuevo para sus hijos.
Las amenazas, la violencia y las bandas gubernamentales armadas no los han desviado de su camino, ni agotado su paciencia. Ayer eran 100, hoy son 100.000 y el viento de la libertad, de la responsabilidad ciudadana y de la fraternidad, sigue soplando con fuerza y proyectando cometas multicolores en el firmamento.
Ahora falta lo más difícil ¿Qué hacer en diciembre? Hacia dónde avanzar el año próximo.
Oigo algunas de sus respuestas lúcidas: Hay que impedir que el régimen legitime la implantación de su autoritarismo anticonstitucional, repudiado por la mayoría de los venezolanos. No basta el rechazo emotivo sin acción; se requiere un nuevo liderazgo sostenido por décadas para hacer realidad la democracia, sin volver al pasado.
¿Irán o no los jóvenes a expresar su rechazo y esperanza en las urnas? Lo dirán ellos, pero percibo que se inclinan por ir masivamente a votar No.
Los estudiantes no fueron a la Asamblea Nacional, a la Fiscalía, al CNE, al Tribunal Supremo porque estas instituciones funcionan bien y los iban a tomar en serio, sino que vencieron las barreras y miedos para decir a esos señores que no están para hacer mandados de un monarca, sino para servir a la dignidad del soberano.
Saben que el TSJ no les dará el aplazamiento que pidieron (a no ser que, a última hora, el Gobierno quiera evitar una catástrofe nacional y una Constitución inviable); no fueron porque los cauces y las instancias funcionan, sino para dejar en evidencia su condición lamentable. Ellos, porque saben que el proceso no es limpio ni el árbitro puro, irán a votar para mostrar al país y al mundo que sólo una minoría de venezolanos quiere (a veces obligada y otras, engañada) este paso anticonstitucional (golpe constitucional llaman algunos) hacia el fracasado estatismo cubanoide. Votarán por el futuro democrático y reconciliado de Venezuela.
Las elecciones se ganan por un voto, pero las constituciones no son democráticas si no expresan grandes consensos mayoritarios para la convivencia; por eso las impuestas sin Asamblea Constituyente son ilegítimas. Hay que lograr que sean menos de 40% los adultos que pidan explícitamente violar la actual Constitución con una mayoría que vote no, y en segundo lugar sumar también la cifra de quienes rechazarán la propuesta totalitaria con su abstención.
Con resultados, serenidad y visión, los estudiantes y el país no terminarán deprimidos el 2 de diciembre, sino que empezarán crecidos el 3.
Otros son los principales responsables de organizar ese logro metaelectoral, pero, desde ahora y aceleradamente, decenas de miles de estudiantes deben ser el detonante de muchos miles, más organizados, para estar en las mesas hasta el final, y amanecer trabajando y con ánimo.

***

!QUE VIVAN LOS ESTUDIANTES!


ENRIQUE KRAUZE
El Nacional, domingo 23 de diciembre de 2007,
Siete días, pág. 7


Si Hugo Chávez ha pensado en convertir a Venezuela en una Cuba con petróleo, los venezolanos que se oponen han descubierto el antídoto. Es el movimiento estudiantil. En contraste con casi todos sus antecedentes en la región, más inclinados a la revolución socialista que a la democracia liberal, los “chamos” venezolanos no reivindican las ideologías estatistas del siglo XX ni las pasiones románticas del siglo XIX sino los derechos humanos del siglo XVIII. Al mismo tiempo, son demócratas y liberales modernos, con una clara vocación social. No lanzan adoquines ni levantan barricadas ni alzan el puño desafiante: son luchadores cívicos, reformadores pacifistas. Y encarnan una esperanza de reconciliación para un amplio sector de la sociedad venezolana.

Los movimientos estudiantiles fueron determinantes en la política iberoamericana del siglo XX. Siguiendo la pauta del que estalló en Córdoba, Argentina, en 1918, lucharon por la “autonomía universitaria”, un ideal en apariencia inocente pero fundamental en países sin instituciones que limitaran el poder personal, a menudo tiránico. En 1921, un Congreso Internacional de Estudiantes reunido en México quiso concertar el repudio continental contra el dictador de Venezuela, Juan Vicente Gómez. En 1928, los estudiantes de ese país se propusieron derrocarlo. No lo lograron, pero su movimiento fraguó a la generación del pacto democrático que –al margen de sus deficiencias y discontinuidades- se había mantenido hasta ahora, cuando Chávez ha intentado subvertirlo.

Junto al impulso libertario, casi todos los movimientos estudiantiles sintieron una fascinación por la Revolución Rusa. En un primer momento, los estudiantes querían parecerse a “Sachka Yegulev”, joven idealista que ofrenda su vida por la libertad (personaje de la novela homónima de Leonidas Andreiev). Pero llegado el momento de aspirar al poder, preferían otro modelo ruso: Lenin. La emulación se cumplió con creces en 1959 con el asalto al poder de Fidel Castro, fogoso líder de los movimientos estudiantiles cubanos en los años cuarenta. A partir de entonces, desde el Cono Sur hasta México, dos generaciones de jóvenes revolucionarios (universitarios radicalizados, no obreros ni campesinos) soñaron con seguir su ejemplo y sucumbieron al hechizo, aún mayor, del Ché Guevara. Se incorporaron a la guerrilla o predicaron las diversas doctrinas marxistas en la prensa y las aulas. El resultado fue trágico: se perdieron decenas de miles de vidas, sacrificadas por los militares que no quisieron responder al desafío juvenil con reformas políticas sino con actos genocidas.

Por fortuna, en varios países –señaladamente en México, con la generación estudiantil del 68- un sector comenzó a entender el valor de la democracia liberal. Los vientos libertarios del Este ayudaron también. Los dictadores de derecha fueron arrojados del poder. Lo mismo ocurrió con el régimen autoritario sandinista y las sanguinarias y fantásticas guerrillas marxistas de Perú. Por un tiempo el Lenin caribeño se quedó solo, en su isla personal donde no se toleran estudiantes revoltosos.
Doscientos mil estudiantes venezolanos han estado activos desde fines de mayo de 2007, cuando el gobierno cerró RCTV. Ese acto presagiaba la completa estatización de los medios. Luego sobrevino la convocatoria al Referéndum del 2 de diciembre. Pero el movimiento ya estaba en las calles y las conciencias: con asambleas, talleres de discusión, marchas, boletines, hojas volantes, mensajes y correos electrónicos, los estudiantes comunicaron que la abstención era suicida y llamaron con vehemencia al voto, y al voto por el No. Chávez trató de desprestigiarlos llamándolos “hijos de mami” o “lacayos del imperio” y reclamándoles “que estudien”, pero 70% de la población avaló su derecho a protestar. El día en que se escriba la historia de aquella noche del 2 de diciembre en las oficinas del CNE, se sabrá que los estudiantes fueron el factor clave de resistencia ante el fraude que se maquinaba. “Tengo miedo pero la libertad vale la vida”, decía textualmente un mensaje enviado por celular de uno de los líderes. Conquistar ese miedo los llevó a la victoria.

“No luchamos contra un hombre” –ha dicho Yon Goicochea, uno de los líderes-, sino por la reivindicación de los derechos civiles y humanos de todos los hombres de Venezuela. Ese es nuestro objetivo, no se alcanza en un mes ni en un año, así que hay que prepararnos para la larga lucha que se avecina”.

La tarea será tal vez más larga y ardua de lo que imaginan. Chávez ha advertido que volverá a presentar su reforma. Los estudiantes deben mantener su autoridad moral intacta por cinco años. ¿Formarán un Parlamento universitario? ¿Integrarán un nuevo partido? El enemigo es formidable y las posibilidades de un desenlace trágico no son despreciables. Pero contra la propaganda intimidante del Estado, los estudiantes tienen un arma eficaz, sólo una, la misma que muchos de ellos descubrieron en la obra de Octavio Paz: la voluntad de “devolver la transparencia a las palabras”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario